El científico loco.

El dedo tembloroso del científico loco se acerca al botón de arranque del gran acelerador de partículas para destruir el mundo. Esta es la imagen que todavía tienen muchos de los hombres dedicados a la ciencia y que malos periodistas sin escrúpulos, cuyo único afán es la cuenta de resultados, difunden sin descanso.
En este siglo de proezas científicas sin parangón todavía hay una gran parte de la población que aún no creen en la humanidad. Como por ellos mismo no alcanzan a entender como viejas civilizaciones construyeron monumentos únicos apuntan a extrañas conjeturas sobrenaturales para explicar su realización.
Demasiada gente sigue viviendo de misterios infinitos en un intento desesperado por ocultar la realidad de un mundo de carácter materialista.
Tiempos estos en que una civilización decadente deja pasar su tiempo adorando a bufones mientras las ramas científicas y técnicas pierden día a día talentos empantanados en la indiferencia pública y becas sin futuro.
Si seguimos por este camino a nuestra civilización le queda muy poco camino por recorrer para convertirse en otro Egipto, Roma o Grecia.

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